martes, 11 de junio de 2013

INDUMENTARIA Y MEDIOEVO

Introducción al estudio del mundo medieval.

Hoy en día se conocen muy bien los hechos más importantes acaecidos en los siglos bajomedievales, sin embargo cuando se trata de imaginar a las gentes que los vivieron o protagonizaron no es fácil que acudan a la mente las imágenes más evocadoras y cuando lo hacen suelen proceder del mundo creado por el cine, que no siempre se ajusta al rigor histórico.
En la actualidad las ciencias históricas conceden una mayor atención al valor de las imágenes para investigar el pasado. Los testimonios artísticos que se conservan (pinturas, esculturas, grabados, piezas de orfebrería o cerámica) ofrecen una información más cercana a la realidad cotidiana de la que pudiera dar un texto. Incluso se podría decir que las fuentes escritas, están más sujetas a la interpretación del investigador y se valoran en mayor medida, con la mentalidad y la visión de los estudiosos, que los restos materiales, llegándose a usar con una fuerte motivación propagandística o ideológica en determinados momentos históricos.
En el tema de la indumentaria medieval las imágenes dan a conocer con exactitud como vestían los habitantes del medioevo, como eran las ropas, las hechuras, los colores, los tejidos, las pieles, los adornos, los complementos, los tocados, la largura de los trajes, las mangas, etc. ya que la documentación escrita (literatura, registros de cuentas, crónicas, etc.) no siempre es tan descriptiva como se desea. La moda es un fenómeno que está en relación directa con el momento histórico en que se produce, con la estructuración de la sociedad de la época, con su sistema económico y su fundamento ideológico, por lo que el estudio del vestido bajomedieval resulta un tema más relevante de lo que en un principio puede parecer. Por ello, los datos que se sustraen de las fuentes escritas (nombres de prendas, accesorios, forma, nombre del tejido, color, lugar que ocupa en la categoría que se establece para las ropas según su posición en el cuerpo, etc.) hay que contrastarlos con las imágenes de las que se dispone, y así identificar, forjar y visualizar una idea de cómo son las distintas prendas que se mencionan en los textos.
La información gráfica disponible para el estudio del traje medieval es abundante. Pintores, miniaturistas, escultores, en definitiva los artistas del medioevo, han dejado innumerables imágenes de reyes, nobles, damas, caballeros y miembros de las cortes principescas; también, aunque en menor cantidad, de los artesanos y de las gentes humildes del mundo rural y urbano. Esas imágenes están en los sepulcros de personajes relevantes, en los sellos, los tapices, los libros miniados, los grabados, las piezas de orfebrería y cerámica, etc., y, en escasas ocasiones, en escenas que representan acontecimientos de la época o temas profanos. Pero sobre todo, y por ser las obras de arte más frecuentes durante el período bajomedieval, en las representaciones de la vida de los santos que aparecen en innumerables retablos góticos. Algo similar ocurre en las representaciones de los apóstoles, que se atavían con túnicas y mantos de gran sencillez. Lo interesante en estos casos es atender, como ya se ha señalado, a aspectos concretos y aparentemente insignificantes, como los escotes de los vestidos, las hechuras de las prendas o detalles como las botonaduras o las guarniciones. Por tal motivo, serán los personajes secundarios los que encierren una mayor información al investigador. En ellas los artistas reprodujeron los escenarios, los utensilios y los trajes que veían a su alrededor, por ello resulta tan útil su utilización a la hora del estudio de la indumentaria.
Las escenas plasmadas en las representaciones artísticas de finales de la Edad Media permiten identificar la variedad de ropajes que se citan en las fuentes documentales, llegando a conocer con exactitud sus formas y tipos, las hechuras de las prendas, los colores más apreciados o, incluso, las diferentes calidades de las telas.


Paralelamente, el artista bajomedieval refleja las diferencias de clase a través del vestido, ya que éste actúa como un elemento de diferenciación social, así como la evolución de las modas y su repercusión social.
Algunas representaciones muestran imágenes hogareñas en estancias de interior; otras muestran personajes en un ambiente cortesano vestidos de forma suntuosa y elegante; escenas religiosas en las que a veces aparecen pastores introduciendo el mundo rural e ilustrando acerca del traje de labradores y pastores; o simplemente escenas de exterior en las que aparecen tanto los protagonistas de la imagen como los ciudadanos del común de finales de la Edad Media. En todas ellas el artista representa un mundo visto y vivido.
Tradicionalmente la historia medieval comienza con la caída del Imperio romano de Occidente en el 476 d.C. Sin embargo, la transición de la época clásica a la medieval en la historia del vestido se hizo poco a poco. El Imperio bizantino se mantuvo durante otros 1.000 años con una clase alta que mantenía la túnica como prenda básica de vestir. En Occidente, las diferentes invasiones de pueblos del norte introdujeron los pantalones, las túnicas ajustadas y las capuchas, pero pasarían 300 años antes de que surgiese un estilo occidental documentado como resultado de la fusión de la forma de vestir romana y las maneras del norte de Europa. Durante este periodo solo en el Imperio bizantino existía riqueza y estabilidad política, premisas indispensables para que se produjera una continuidad de estilo y un corpus importante de documentación pictórica.

En el Imperio bizantino del siglo VI el cambio más notable respecto a la forma de vestir romana fue la introducción de los bordados, flecos, orlas y adornos de estilo oriental. Los emperadores romanos se habían convertido al cristianismo y en el Este el máximo poder lo ocupaban la Iglesia y el Estado, por lo que la indumentaria de la corte se hizo más seria y de apariencia cada vez más rígida. La creciente influencia oriental puede apreciarse en los trajes de corte. El cambio más claro fue la introducción del manto semicircular sujeto en el hombro derecho y más tarde el caftán persa y el traje asirio de manga larga. Ambos eran tal vez formas originales de la indumentaria de la corte rusa, que sufrió pocos cambios hasta la occidentalización del país a principios del siglo XVIII realizada por Pedro I el Grande.


La forma de vestir bizantina es única en la tradición occidental por haber evolucionado al margen del atractivo sexual o la utilidad. Los trajes de corte se confeccionaban según las pautas del libro de ceremonias imperial, y todos, desde el emperador hasta al funcionario de rango más bajo, vestían de acuerdo a este reglamento.


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